Cuando te hagas mayor, puede que no tengas empleo
La realidad es que hay muchas oportunidades de empleo proveniente de nuevos trabajos emergentes, pero se requieren inversiones y un período de tiempo para que los trabajadores puedan entrenarse y transitar hacia su nuevo rol de empleados.
Con esta frase tan impactante Yuval Noah Harari, —autor de los libros «Sapiens» y «Homo Deus», auténticos bestsellers que hacen pensar muchos sobre la evolución de la humanidad hasta la actualidad y hacia dónde puede ir, dedica un capítulo en su último libro, —«21 lecciones para el siglo XXI»—, en el que examina las cuestiones más urgentes de nuestro presente y ofrece una reflexión sobre el sentido de la vida hoy en día.
Yuval Noah nos recuerda que el aprendizaje automático, —es decir la Inteligencia Artificial-, cambiará casi todos los tipos de trabajo. Es verdad que hay opiniones contradictorias acerca de la naturaleza del cambio y su inminencia. Algunos creen que apenas dentro de una o dos décadas miles de millones personas se volverán innecesarias desde el punto de vista económico. Otros creen que, incluso a largo plazo, la automatización seguirá generando nuevos empleos y mayor prosperidad para todos.
Y es cierto: la automatización, la digitalización y la pandemia de covid-19 están revolucionando el mundo del trabajo. Y además de estos factores, la crisis económica global está afectando todavía más en profundidad al mercado laboral.
Optimismo y pesimismo sobre la evolución del empleo
A diferencia de las teorías catastróficas que anticipan un mundo dominado por las máquinas donde los seres humanos serán completamente desplazados, una investigación del Foro Económico Internacional, —WEF por sus siglas en inglés—, estimaba en 2018 que hacia 2025 se crearán más empleos que los que van a desaparecer. Las conclusiones del WEF apuntan a las oportunidades que se abren para quienes tengan la opción de estudiar y adaptarse a las nuevas exigencias.
Esta no es la primera vez que la sociedad occidental ha cambiado completamente su idea cultural de trabajo. En la economía preindustrial, el trabajo era sinónimo de artesanía, la creación de productos o la entrega de resultados completos. En la revolución industrial, el trabajo era sinónimo de destrezas manuales. Recordemos cuando Henry Ford comentaba que «a ningún hombre debe obligársele a hacer el trabajo que puede hacer una máquina», «nosotros exigimos que nuestros hombres hagan lo que se les diga» y «nosotros lo que necesitamos son manos para trabajar».
Con este mismo optimismo, Vesselina Stefanova Ratcheva, —investigadora del Centro para la Nueva Economía y Sociedad del WEF—, comentaba que «esto ha ocurrido en cada una de las revoluciones industriales» y, al final, lo que ha sucedido es que la naturaleza del empleo ha cambiado. Y en este mismo sentido se pronuncia Yuval Noah, comentando que con la revolución industrial se pensaba que la disminución del trabajo agrícola no se podría absorber por la industria y, afortunadamente, no fue así.
«El aumento de las máquinas y la automatización eliminará la cantidad de ochenta y cinco millones de puestos de trabajo para 2025″.
En 2020, en el informe «Future of Jobs 2020» del Foro Económico Mundial, concluyó que el aumento de las máquinas y la automatización eliminará la cantidad de ochenta y cinco millones de puestos de trabajo para 2025. Pero, al mismo tiempo, el Foro Económico Mundial espera la creación de noventa y siete millones de nuevos puestos de trabajo, lo que supone un aumento neto de doce millones de empleos.
Por lo tanto, en cierto sentido se puede ser moderadamente optimistas. Actualmente, podemos ver en bastantes países desarrollados como, a pesar de la crisis económica, tienen pleno empleo. Cosa que, sin embargo, en España no sucede este milagro necesario ya que, fundamentalmente, los gobiernos de ambos signos no han sabido promover una estructura económica más estable y productiva.
La consultora PwC manifiesta que, a mediados de esta década, —es decir, en no más de cuatro años—, el porcentaje de la automatización de los procesos habituales de trabajo se incrementará en un 21%; y para 2030, se estima que los avances en inteligencia artificial podrían llegar a afectar a la automatización del 34% de los puestos de empleo. Personalmente, me parece una estimación muy cautelosa.
Sin embargo, Yuval Noah comenta que la adaptación de los agricultores despedidos a los nuevos puestos mecánicos que surgían en las ciudades por la revolución industrial fue fácil porque más que conocimientos, en su mayoría solo se exigían destrezas manuales. Pero, sin embargo, en este nuevo proceso de cambio los requisitos de adaptación a los nuevos puestos que van surgiendo son mucho más cambiantes y cognitivos.
«Upskilling» y «Reskilling»: el reto de la sociedad y sus organizaciones privadas y públicas.
La realidad es que hay muchas oportunidades de empleo proveniente de la generación nuevos trabajos emergentes, pero se requieren inversiones y un período de tiempo para que los trabajadores puedan entrenarse y transitar hacia los nuevos empleados.
Según el estudio del WEF el pensamiento analítico, la creatividad y la flexibilidad estarán entre las habilidades más buscadas en 2025. Pero, también, se requerirán nuevos conocimientos técnicos que van surgiendo casi a diario y que las escuelas de formación profesional, universidades y escuelas de negocio no son capaces de cubrir a tiempo.
Y es donde surgen los conceptos de «Upskilling» y «Reskilling» que, aun estando relacionados, no son lo mismo.
• El «Upskilling» se produce cuando los profesionales aprenden nuevas habilidades o mejoran las actuales para adaptarse a los cambios en su función actual. Implica la actualización de las competencias de un puesto de trabajo que sigue evolucionando y necesita una formación continua.
• El «Reskilling», sin embargo, consiste en dotar a los profesionales de nuevos conocimientos y habilidades, para que puedan trabajar en otra área de la empresa e, incluso sectores, cuando el trabajo anterior no existe o se está volviendo menos demandado.
Aquellas empresas que destacan por ser más competitivas ya están comenzando a poner el foco en mejorar las habilidades de sus empleados. Pero, ¿el resto de empresas podrán adaptarse a los nuevos retos tecnológicos y, en su caso, podrán adaptar a sus empleados o, en su caso, encontrar en tiempo real los nuevos perfiles tecnológicos que se requieren?
A su vez, la Unión Europea y el Estado ha hecho una apuesta para culturizar y reciclar a las personas en los retos cognitivos de la revolución tecnológica. ¿Pero serán capaces de hacerlo a tiempo y con la profundidad que se requiere?
Las proyecciones apuntan a que casi la mitad de los trabajadores necesitará volver a capacitarse para poner al día sus destrezas en los próximos años.
Desde PwC aseguran que las instituciones académicas y las empresas se verán en la obligación de colaborar entre ellas con el fin de educar y formar a los futuros trabajadores facilitando su adaptación e integración a la digitalización. La mayoría de puestos de trabajo que van a impulsar la economía en 2030 a día de hoy no existen y serán ocupados por el 65% de menores que se encuentran actualmente en Primaria.
Por su parte, la consultora Deloitte nos recuerda que ahora, a medida que nos adentramos rápidamente en la revolución cognitiva, una vez más parece que estamos redefiniendo el trabajo para crear valiosas colaboraciones hombre-máquina. La tecnología ya ha comenzado a cambiar la forma en que organizamos las tareas en puestos de trabajo: por ejemplo, la robótica y la automatización de procesos robóticos han transformado la manufactura y los almacenes, las tecnologías de realidad digital están ayudando a los trabajadores a trascender las limitaciones de distancia y quiénes están asignados a qué tarea.
«Se requerirán nuevos conocimientos técnicos que van surgiendo casi a diario y que las escuelas de formación profesional, universidades y escuelas de negocio no son capaces de cubrir a tiempo«.
Según el Foro Económico Mundial, se espera que la división del trabajo entre personas y máquinas continúe cambiando hacia las máquinas, especialmente para tareas repetitivas y rutinarias. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCED), eso podría eliminar más del 14 % e interrumpir el 32 % de los empleos actuales.
Con el optimismo antes comentado, existe evidencia de que estas tecnologías podrían usarse para aumentar los esfuerzos de la fuerza laboral en lugar de reemplazarlos; de hecho, en un informe de 2018, el Foro Económico Mundial proyectó que mientras se pierden casi 1 millón de empleos se espera que los
trabajos del futuro sean más automáticos, pero también es probable que requieran habilidades humanas en áreas como la resolución de problemas, la comunicación, la escucha, la interpretación y el diseño. A medida que las máquinas se encargan de tareas repetitivas y el trabajo que hacen las personas se vuelve menos rutinario, los roles se pueden redefinir de manera que combinen tecnología con habilidades humanas y experiencia avanzada en interpretación y servicio.
Por lo tanto, los esfuerzos de las organizaciones y de los gobiernos deben ir dirigidos en la doble dirección de, por un lado, aportar nuevos conocimientos tecnológicos y digitales en tiempo real y, por otro lado, desarrollar habilidades personales como la visión estratégica, la gestión de equipos diversos, la comunicación, el trabajo en equipo, la innovación, la mejora continua o la toma de decisiones.
Por ejemplo, para Yuval Noah Harari uno de los dramas de esta revolución residirá en la capacidad del ser humano de tomar decisiones más allá de la inteligencia artificial.
En mi opinión las organizaciones y los gobiernos han de saber escudriñar el futuro cercano, —es decir, examinar con mucha atención los conocimientos, destrezas y habilidades que se requieren para ser competitivos-, y reconvertir de forma continua a sus empleados a través de fuertes procesos de formación. Pero, como todos sabemos, la inversión en formación ya sea para «Upskilling» o para «Reskilling» es francamente muy baja y reactiva.
Consideraciones finales.
Yuval Noah Harari comenta que las soluciones posibles ante esta nueva revolución cognitiva y digital corresponden a tres categorías principales: qué hacer para evitar que se pierdan empleos, qué hacer para crear suficientes puestos de trabajo nuevo y qué hacer si, a pesar de todos nuestros esfuerzos, la pérdida de empleo supera con mucho su creación.
En cierto modo sugiere la imposición a las grandes corporaciones de impuestos por su automatización y la creación de una ayuda básica universal, ya sea en forma de renta o de servicios. Sin duda, es una propuesta revolucionaria y arriesgada. El lector decide.