Desde que finalicé mi carrera de Sociología y Ciencias Políticas, así como, mi MBA, me he dedicado, por etapas, tanto a la consultoría como la dirección de la gestión del capital humano en las organizaciones.
A veces, cuando comento a conocidos y, en especial, amigos que me dedico al campo de recursos humanos aprecio cierta reticencia hacia la función. Para determinadas personas, los profesionales de recursos humanos son unos “hijos de puta” de sangre fría que no tienen alma a la hora de tratar con las personas. Y, la verdad, lo entiendo.
Las organizaciones, buscando su rentabilidad y siguiendo su lógico instinto de supervivencia, toman decisiones que afectan a las personas: congelan los salarios, permiten (e incluso promueven) estilos tóxicos de dirección, aprovechan hasta el máximo el uso de contratos temporales, despiden a las personas (y si pueden racanean el coste de los despidos), etc. A su vez, las personas, a veces, echan la culpa a su situación a la organización, sin recabar en su falta de equilibrio personal, en sus problemas intrínsecos, en su escaso rendimiento o su desmotivación personal; sin pensar, de forma autocritica, de cuanto de lo que les sucede depende sus comportamientos.
Uno de los roles de los profesionales de recursos humanos es aplicar las decisiones inmisericordes de la dirección de las empresas en relación con los trabajadores; a veces, con razón y otras sin ellas. A veces, como responsable de recursos humanos, en un entorno actual de cambio continuo, hay que tomar decisiones de control, presión y despido de las personas. De hecho, es habitual. Ese es uno de los dilemas de los profesionales de recursos humanos.
En mi experiencia, cuando he actuado como directivo de recursos humanos y teniendo que decidir el despido de una persona, he pedido al directivo que se implique directamente. A su vez, cuando una persona tenía que ser despedida, me ha negado a hacerlo solo y he pedido al superior directo que participe activamente. Los profesionales de recursos humanos no podemos ser cipayos de nadie. Y si alguna vez lo he sido… pido disculpas y lo siento mucho.
Creo firmemente en la profesionalidad de los directivos de recursos humanos en la gestion de los empleados. De hecho, creo que es fácil echarle las culpas al intermediario. Pero, también, creo que, a veces, alguno de ellos, se han convertido en la mano inmisericorde e injusta de su organización.
Y en este último aspecto, entiendo que algunos profesionales de recursos humanos se ganen la fama de “hijos de puta”; aun cuando ellos dirán que siguen las directrices de su organización.
Para que esto no sea así, solo pido al profesional de recursos humanos que no pierda su pasión y corazón por las personas; siendo rectos y misericordiosos en su trato con las mismas. También, pido a las organizaciones que valoren a las personas y como su motivación es la clave de un mayor rendimiento.
Los profesionales de recursos humanos, si tienen dudas sobre el trato dado a los empleados, es mejor que sean firmes antes las decisiones injustas de su empresa, actúen con afiliación y, en su caso, se cambien de profesión; ya que las personas son lo primero.
Antonio