Es un hecho que en muchas profesiones se está dando la tendencia en autorregularse para el ejercicio de las mismas. Algunas, son fruto de la iniciativa de parte de los propios profesionales y sus asociaciones; y, otras, fruto de directrices regulatorias.
También, es cierto que esta cultura de la certificación profesional se da más en unos campos técnicos que en otros, -como, por ejemplo, la gestión de proyectos o el coaching-, o unos entornos culturales en otros, -como, sucede en el mundo anglosajón-. Lo normal es que estas certificaciones las provean organismos certificadores autónomos y/o asociaciones profesionales en base a la superación de una prueba y tras la realización de un programa formativo que reúna un mínimo de requisitos.
En ambos casos, los objetivos son claros: poder acreditar que se domina una o varias competencias técnicas y, consecuentemente, emitir un mensaje de calidad y profesionalidad en la prestación de esos servicios asociados.
Se dice que “no se pueden poner puertas al campo” y más cuando hablamos del ejercicio de profesiones que no disponen de una regulación administrativa -como, por el contrario, y, por ejemplo, tienen la medicina o la farmacia-.
Pero cuando la mayoría de un colectivo comienza a disponer de una certificación generalizada, se limita el acceso al desarrollo con éxito de una práctica o profesión. Máxime, cuando este tipo de certificaciones comienzan a ser un requisito de acceso a una posición en organizaciones relevantes. Esto lo podemos ver con certificaciones profesionales como el C1 en inglés, el Project Management Professional (PMP) sobre gestión de proyectos, el Associate Certified Coach (ACC) en coaching o el European Finantial Advisor sobre asesoramiento financiero.
No hay duda de que cualquier persona puede ser muy competente y ética en un campo de práctica profesional y estar certificada. Todos conocemos ejemplos de tales personas. De hecho, en realidad, no hay garantía absoluta de que quien haya logrado una certificación profesional en realidad actúe de una manera competente o ética. También, conocemos ejemplos de ello.
Sin embargo, un buen sistema de certificación “eleva el listón” para la práctica profesional; mejorando y actualizando continuamente los requisitos para satisfacer las necesidades del mercado y el dominio de las técnicas que exige esa práctica. De hecho, este tipo de sistemas permiten que el campo profesional madure y se satisfagan las demandas siempre cambiantes del mercado.
¿Puede generalizarse una certificación profesional en recursos humanos en España?
Mi opinión es que sí. Tal vez, tarde un tiempo, pero será una práctica ineludible. En la revolución digital en la que nos encontramos el principal motor que mueve a nuestra sociedad y negocios es el capital humano. De hecho, nuestro dinámico entorno económico ya está haciendo que la función de recursos humanos este sufriendo una profunda transformación que afecta, no solo a sus retos y procesos, sino también al tipo de profesional que se requiere.
Así, las organizaciones, por un lado, demandarán profesionales certificados para la gestión de recursos humanos; y las personas de la función, por otro lado, necesitarán cualificarse de forma completa, actualizarse y diferenciarse en el mercado.
La realidad es que, en estos momentos, para acceder a la profesión de recursos humanos existen pocas barreras de entrada. Desde el campo universitario se puede acceder a la función de recursos humanos a través del derecho, la psicología, la sociología, la administración de empresas e, incluso, desde la ingeniería (en sus más variopintas y complicadas vertientes). Obviamente, estas áreas educativas solo aportan una formación parcial para acceder a una práctica tan compleja como la de la gestión de los recursos humanos.
Si bien es cierto que ya algunas universidades españolas comienzan a ofrecer un grado académico en este campo y bastantes de ellas, -así como escuelas de negocio-, ofrecen programas de postgrado al respecto, la práctica y la actualización continua en recursos humanos no están garantizadas.
Por todo ello, abrir las puertas a la certificación profesional en el campo de los recursos humanos no solo no parece descabellado, sino necesario. Una buena certificación profesional en recursos humanos ofrece a la persona orientada en este campo una valiosa capacitación, experiencia práctica y desarrollo de habilidades para cumplir con las diferentes responsabilidades que acompañan a su carrera.
No obstante, en mi opinión, abrirse a estos sistemas de certificación de reconocimiento y actualización profesional en recursos humanos no supone optar por un método para proteger de la competencia a aquellos que ya lo han logrado, sino de elevar y retroalimentar a la función.
¿Qué han demostrado hasta el momento las certificaciones en recursos humanos?
Ultimísimas investigaciones, -como la realizada por Boston Consulting Group-, demuestran cómo las certificaciones en recursos humanos, -tanto a los niveles organizativos como individuales-, correlacionan positivamente con la mejora de los resultados de negocio.
A nivel profesional, prestigiosas organizaciones como Wharton School, McKinsey o Forbes coinciden en que las certificaciones personales en recursos humanos no solo ayudan a las empresas a identificar mejores expertos en la función sino, también, con las habilidades y sensibilidad para adaptarse mejor a los escenarios de gestión; y, por lo tanto, contribuir a los resultados de negocio esperados.
La verdad es que son muy pocas las organizaciones independientes y de prestigio que proveen de estos servicios de certificación en recursos humanos. A nivel organizativo, me atrevo a destacar a Top Employers y a nivel individual o profesional, -certificaciones en la que me estoy centrando en este artículo-, destacaría en el Reino Unido a CIPD (Chartered Institute of Personnel and Development) y en Estados Unidos a SHRM (Society for Human Resources Management) y HRCI (HR Certification Institute).
Sin duda, es HRCI la institución certificadora de profesionales de recursos humanos que “se lleva la palma”. Así lo demuestra su larga experiencia (más de cuarenta años de antigüedad), el número de certificaciones que ofrece (siete en función del nivel de experiencia en el campo por parte de la persona), el número de áreas de práctica sobre la función que cubre, el número de personas certificadas (más de quinientas mil en todo el mundo). Además, destaca por su alianza estratégica con Top Employers, por sus estudios competenciales con David Ulrich y su equipo, así como por ser la primera en ofrecer desde España la oportunidad de estudiar el programa y certificarse en español. Tal vez, esa sea la razón por el que el 98% de las empresas del ranking Top 500 de Forbes tengan profesionales HRCI en su plantilla.
Antonio Peñalver
(Articulo publicado en Capital Humano)