La necesaria actitud de Asombro en el Ejecutivo

Muchas veces nos preguntamos que es lo que nos hace reaccionar y
asumir nuevos retos en nuestro mundo profesional; y en el entorno 
personal  también. Y en gran parte, ese motor
esta en nosotros 
mismos. 
Se trata de una actitud que nos hace preguntarnos ante nuestra realidad y como resultado de las respuestas, obtener la motivación necesaria para establecer retos y acciones
para conseguirlos.
Esta actitud que planteamos no es una moda. Aristóteles ya lo
enunció como parte del principio de la “Metafísica”. Sin asombro no hay conclusión
posible de los fenómenos que tenemos delante, los que deben tener explicación y
una respuesta a las innumerables preguntas que pueden circular por nuestra
mente.
Todos buscamos explicaciones para entender los fenómenos que nos
circundan y poder sistematizar las acciones a emprender para afrontar cualquier
reto.
Y sin asombro por nuestra parte, no se puede decidir e iniciar un camino. De no tener esta actitud, seremos dependientes de los
asombros de los demás. Nos faltará la gasolina para movernos. Sin asombro no llegaremos
a parte alguna.
Nos asombramos frente a las situaciones y hechos porque somos
ignorantes. De hecho, si supiéramos qué es lo que nos asombra, no nos
asombraríamos y no nos moveríamos. Pero, superar la ignorancia, a veces, no es fácil.
Y es que el profesional que quiere ser trascendente y progresar
debe tener una actitud activa ante su realidad para comprenderla y tener el
impulso para cambiarla o mejorarla. Para ello, ha de preguntarse siempre (“¿cómo?,
¿por qué?, ¿cuándo?, ¿para qué?, ¿cómo me siento?…) ante su entorno.
El asombro es primordial para el conocimiento, la motivación y el
desarrollo.

Antonio Peñalver