Desde 2007 venimos sufriendo una crisis económica qué,- en diversas etapas como la actual-, llega a una dramática recesión provocando, en el peor de los casos y de forma creciente, desempleo galopante y, en la mayoría de otros, pérdida de poder adquisitivo.
Las cifras de desempleo y las recientes medidas urgentes del nuevo Gobierno para hacer frente a la actual situación económica confirman que el escenario es francamente delicado, estando en peligro nuestra capacidad como Nación para hacer frente a un déficit desbocado, a la falta de ingresos, a la caída de la actividad económica y a la carencia de un modelo económico que facilite la estabilidad productividad.
La pérdida de ingresos económicos total o parcial, -y en muchos casos sin perspectivas de recuperación-, es un hecho. Los trabajadores y sus familias ven como pierden sus empleos y, en el mejor de los casos, como disminuyen sus ingresos, no están seguros de cuando se podrán recuperar. La propensión al consumo, y no digamos al ahorro, esta por los suelos.
El Gobierno, entre otras acciones, nos pide lógicamente austeridad para afrontar la situación actual y poder recuperarnos; ello, en lugar de “esconder la cabeza debajo del ala”, qué, como hemos visto, es peor. Pero, tras tanto tiempo, nos preguntamos: ¿es posible que esta austeridad sea suficiente?, ¿será necesaria más?, y en su caso, ¿hasta cuándo hemos de “abrocharnos el cinturón”?
Actitudes frente a las amenazas económicas
En lo personal y como sociedad, estamos obligados a afrontar esta realidad económica con una necesaria austeridad, además de reaccionar proactivamente. Y ante la necesidad de austeridad, podemos adoptar dos tipos de actitudes: miedo u optimismo.
Reaccionar con miedo es lógico.
El miedo o temor es una emoción primaria provocada por la percepción de peligro y la aversión natural al riesgo o la amenaza. Además, el miedo provoca grandes dosis de ansiedad, difícil de controlar en muchos casos.
En muchos casos, estamos acostumbrados a unos ingresos que nos permiten vivir de una forma cómoda y afrontar múltiples compromisos materiales mejores que los que teníamos hace, por ejemplo, diez años. Y hay algunos de estos compromisos, -como por ejemplo la vivienda o la educación-, a los que es difícil renunciar; Sin embargo, hay otros compromisos de los que, aun costando, se puede prescindir.
La verdad es que el actual escenario económico, -tras un largo periodo de recesión y unas perspectivas nada halagüeñas-, nos hace sentir miedo sobre nuestra capacidad para afrontar la vida como antes lo hacíamos.
Sin embargo, la sensación de peligro es subjetiva. En el caso de la pérdida de empleo es mucho más lógica; pero no lo es tanto, en el caso de pérdida de ingresos. Para unos la inseguridad proviene de no poder afrontar compromisos económicos realmente imprescindibles, pero para otros proviene de perder algo de poder adquisitivo o status. En estos últimos casos, el miedo no está justificado.
Además, de las situaciones de miedo bien gestionadas se pueden producir cambios positivos. Afrontando el miedo podemos mejorar.
De la necesidad virtud.
La elección, por tanto, es fácil: buscar las oportunidades que conllevan este tipo de amenaza. A veces, estas tardan en llegar o reconocerse; pero surgen. Afrontemos la realidad con austeridad, en positivo.
Porque el verdadero sentido de la palabra austeridad es renunciar a lo innecesario. De hecho, vivir con austeridad nos permitirá valorar lo más relevante y ser más inteligentes para recuperarnos con visión de continuidad. No es una cuestión de resignación y de ver la “botella medio llena”, es una forma de valorar lo relevante y reinventarse sobre cimientos sólidos.
Con esta actitud, algunos sectores económicos se verán muy afectados, pero otros muchos, los claves, perdurarán (e, incluso, se potenciaran). Tenemos que aprender de nuestros errores y a valorar lo realmente necesario.
El miedo a la austeridad es licito, pero negativo.
Acostumbrase a vivir –consumir, si queremos- en base a nuestras necesidades reales nos ha de hacer más conscientes de nuestras necesidades y por tanto, a hacernos más fuertes.
Por tanto, desde aquí, invito a afrontar el actual escenario económico con cabeza y rigor, sin lamentarnos de prescindir de cosas superfluas. Saber afrontar estos retos, nos permitirá ser más fuertes, como personas y como sociedad. ¡Animo!.
Antonio Peñalver